martes, 3 de septiembre de 2013

En primera persona: Bancos

                                              B A N C O S



                 Tras varios días de ardua negociación conseguí que el director de la sucursal me ofreciera un 1,75 % de interés en un depósito a plazo. Quería sacarle a los ahorros algo más de rentabilidad pues eran el fruto de toda mi vida laboral. Recibí una llamada para que me pasara por la oficina "cuanto antes" ya que los intereses " estaban empezando a bajar".

               Al día siguiente fui con mi libreta de ahorros para hacer la transferencia y abrir un IPF. El director me hizo esperar casi una hora y empecé a imaginar que la cantidad a depositar era muy importante para mí pero insignificante para él. Creo recordar que ni siquiera se levantó para saludarme, pero enseguida puso el contrato en la mesa para que lo firmara.
               
                 Nunca he entendido un pepino de cuestiones financieras, así que firmé unos cuantos folios sin leer ni una letra de lo que en ellos ponía. Al terminar, como si aquello estuviera programado, con un gesto rápido y mecánico, sacó de uno de los cajones de su escritorio una carterilla de plástico y  la puso ante mis ojos mientras recogía el contrato. La cartera era exigua, solo para "guardar las tarjetas de débito y de crédito", según dijo. Tenía el logotipo del banco. "Un obsequio". La miré unos segundos con atención y pregunté:

                  - ¿No la tendría de piel o de polipiel?  
                 
              Apuntándome con el bolígrafo, sentenció:

                  -  Esa es mejor, hasta puede usted ducharse con ella. 


                                

                                 Julián García Arias: En primera persona.

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