M Ó V I L E S
A finales de los noventa
comenzó el boom de los teléfonos celulares o móviles. Siempre fui
reticente a los inventos electrónicos y estos aparatos portátiles me parecían
entonces cosa de nuevos ricos o de gente snob. Había sobre su uso
opiniones contradictorias: si quiero hablar por teléfono, lo hago desde mi casa
y sanseacabó, decían unos; es muy útil en el coche si tienes alguna avería,
argumentaban otros. A su favor llegaban noticias contando que alguien había
salvado su vida mediante una llamada in extremis.
O sea, que compré uno.
Alcatel tal y tal. Fue antes de la vacaciones y con él aterricé en la playa. Al
rato de estar en la arena, sonó un pitido. Me alarmé pues nadie tenía ese
número aún. Examiné la pantallita, al parecer, alguien desconocido se había
equivocado y acababa de enviarme el
primer mensaje de mi vida. Decía: Estoy con Álex.
Mi imaginación se puso en
movimiento.¿Quién era el emisor? ¿Hombre
o mujer? ¿Dónde estaba? ¿Significaba aquello el inicio de una relación amorosa,
la vuelta tras una ruptura? ¿Era simplemente una comunicación familiar o de
amistad? Fuera lo que fuese y por hacer prácticas con las teclitas, contesté: Cómo
vas a estar con Álex si Álex está conmigo.
Inmediatamente me arrepentí
de la travesura pero la curiosidad hizo que esperase impaciente la respuesta. Esta no tardó en llegar cargada
de celos y airada: ¿Con Álex?¿Cómo
vas a estar tú con Álex si Álex está a mi lado?
¿No estás segura de
Álex?, envié dando por hecho que estaba mensajeándome con una chica.
A los pocos segundos recibí
esto: ¡Pedazo de mamona gilipollas, dime quién eres que voy allá y te parto
la cara en dos!
Sentí miedo de seguir con
la broma viendo el cariz que tomaban los SMS. Llegué a pensar que mi
intermensajeadora era policía o de la guardia civil, incluso del CNI. ¿Tendría
la tecnología suficiente para localizarme y darme dos merecidas bofetadas?
Julián García Arias: En
primera persona.
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