Paisaje
después de la batalla
Justo en el momento que la orquesta
acometía los primeros compases de Stand
by me, una racha inesperada de
viento marino sacudió el inmenso parasol que se encontraba contiguo al nuestro
y se cerró con estrépito capturando a los comensales que cenaban debajo. La
música no cesó, aunque hubiera sido
preferible, pues el vocalista estaba asesinando la emblemática canción. Hubo cierto revuelo hasta
que los atrapados, no sin dificultad,
consiguieron salir de aquella especie de tienda de campaña india,
algunos de ellos bastante descompuestos de semblante y de atuendo. Sin
embargo, alguien no lograba zafarse del amasijo de lonas y empezó a gritar, a
patalear y a manotear de tal manera que mis amigos y yo nos precipitamos en su
ayuda derribando cuanto nos encontrábamos en el camino. Levantando unos las
varillas, sosteniendo otros las telas y penetrando los más valientes en el
angosto laberinto, dimos con una señora presa del traicionero artilugio y de la
histeria. ¡Qué espectáculo! Al intentar levantarla nos percatamos de que un
trozo de varilla astillada se había introducido en su orondo escote, roto su
vestido estampado y enganchado en uno de los aros del sujetador. Los gritos
fueron a más cuando empezamos a
manipular escote, vestido, varilla y sujetador en nuestro celo por
liberarla. La orquesta, al fin, terminó y toda la terraza fijó su atención en
el rescate esperando un desenlace. Los espectadores opinaban por sectores: un
sector pensaba que lo más sensato era avisar al 061, otro al 091, otro al 092 y
otro al 080. Hubo también quienes creían que el responsable era el maitre, y un
señor muy pesimista gritó, encaramado en una mesa, que avisaran a un sacerdote
para dar la Extremaunción. Nada de eso fue necesario. Como pudimos
desabrochamos el sostén, conseguimos calmar a la accidentada y esta salió
tapando su abundante pecho con una rebeca. El marido, ajeno a todo pues se
hallaba en los lavabos, al volver se topó con la escena, abrió los ojos como
platos y no pudo articular palabra.
Julián García Arias: En
primera persona
No hay comentarios:
Publicar un comentario