martes, 3 de septiembre de 2013

En primera persona: De bohemia

                                          De bohemia




               Atribulado y acodado trasiego un vino fláccido, de poco cuerpo, de esos que hasta el octavo vidrio no te da el zurriagazo en la cabeza. Una bombilla mugrienta ilumina el  infame tabernáculo proyectando sombras gigantescas en los conos. El Pelao da una ronda gratuita como si fuera un acontecimiento histórico y algunos de la parroquia ni se lo agradecen. Por el espejo roto y polvoriento veo con desagrado que entra a mis seis El Litri con su comparsa de plays. Su careto lo canta todo y es evidente que viene de otros pagos noctívagos. Portezuelo, susurra mi nombre y clava sus garfios en mi hombro que deja dolorido. Me hago a un lado e inunda con su chaqueta gitana el mostrador de la bodegucha.

             -  Pelao, grita, ponle a estos unos quinqués y a mi me vas dando la llave del corralón, que voy a respirar un powder guapo guapo que me ha servío un dromedario en las fiestas de Almendralejo.

             - Litri, dice el oficiante por lo bajini, el día que los picos te trinquen vas a saber lo que vale un peine.

            - Antes de eso, te pego un tiro en los güevos, hijoputa, maricón de mierda...¡serás sieso!

             Mientras difumina su corpachón pestilente por la oscuridad de la trastienda, a un adlátere se le oye esto:

             -Te diera un cólico miserere esta misma noche y te fueras al otro barrio echando espumarajos por el josico...

             Litri García vuelve al rato resoplando con dificultad por  la nariz, que se le ha amoratado y simula una berenjena. Viene sudando, arrollando a su paso mesas y sillas que ruedan por el suelo tras el embiste. Cuando alcanza la barra saca del bolsillo un móvil blanco y manipula la pantalla  con su dedo gordo. Del aparato irrumpe con fuerza el himno de la Legión y al Litri se le ilumina la cara como si la Virgen de Fátima hubiera hecho su celestial presencia.

          - ¡Litri, revienta El Pelao, a ver si tenemos más cuidao con el mobiliario, me voy a cagar en la puta que te aventó, que cada vez que vienes destrosas algo!
  
        
                El aludido saca un fajo de billetes doblado por la mitad y con la mano ensortijada los va pasando como las páginas de un libro. Deja unos cuantos al lado de su güisqui, da media vuelta, camina unos pasos y pisotea con fuerza una de las sillas caídas. Las carcajadas de su pandilla rebotan en el techo y se expanden por toda la estancia. Luego, desde mi rincón en penumbra,  los veo salir, provocando con aires de película mala del Oeste, de aquellas que la empresa del pueblo proyectaba en el cine de verano.


                  


                            

            


                                    Julián García Arias: En primera persona.

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