martes, 3 de septiembre de 2013

En primera persona: Exposición

                                         E X P O S  I C I Ó N





                  Al entrar me sorprendió verle subido en una escalera. La había pedido al galerista y este se la había proporcionado por ser un viejo conocido. La tenía demasiado cerca de uno de mis cuadros pero, con su aspecto de intelectual excéntrico, no sorprendía que estuviera examinando mis obras "desde arriba". Era un hombre mayor y daba un poco de miedo que perdiera el equilibrio y cayera. ¡Caray!, pensé, a ver si voy a tener un accidentado en la primera exposición que inauguro. Le hice un gesto interrogante al galerista quien comentó en voz baja: está como una cabra, pero entiende bastante, quizás te compre algún cuadro.

                   Permanecí un rato inspeccionando el montaje ( había colgado hacía solo cuarenta y ocho horas) y mirándolo de reojo. Observé con estupor que se ponía de puntillas sobre la pequeña plataforma e inclinaba su cuerpo excesivamente hacia la pared con la evidente intención de ver mejor la parte superior del bastidor del cuadro. La escalera se levantó ligeramente de un lado y este movimiento hizo que su frente diera contra la pared, quedando visitante y escalera en equilibrio inestable. Su cabeza y las dos patas que aún tocaban el suelo, eran los vértices del triángulo en inminente trance de derrumbe, algo que sucedió al instante.

                   El batacazo fue ruidoso y aparatoso. Tras recogerle del suelo y sentarle, vimos que lo único que se había roto eran sus gafas. La bufanda blanca que tenía puesta quedó suspendida en una de las esquinas del cuadro y uno de sus zapatos fue inexplicablemente a la puerta de la calle. Repuesto del susto exclamó: ¡Y yo que solo quería saber cómo estaban colgadas las obras!
                   Tuve ganas de estrangularlo allí mismo.








                                         Julián García Arias: En primera persona

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